Leo en un periódico que la burbuja del ladrillo no sólo ha traído corrupción, fraude y dejadez a nuestro país, sino también una bestezuela que amenaza con comerse todas las palmeras del país, empezando por las de Marbella.
Este bichito de llamativo color venía de polizón en cientos o miles de palmeras que importadas de Egipto suplantaban el déficit de las nacionales a la hora de adornar las aceras de las miles de nuevas urbanizaciones que se han construido en los últimos años.
Supongo que el insecto no sólo no tiene depredadores naturales en nuestro país, sino que además se alimenta del cutrerío nacional: como las palmeras importadas valen un potosí, los dueños de las infectadas no informan a las autoridades (‘informar’ en este caso implica que las cortan y las queman para evitar la propagación del alienígena), y confían en tener suerte y que el animalito decida irse por las buenas a por la palmera del vecino sin acabar antes con la suya. Por supuesto que el insecto hace uso del principio de razón suficiente de Leibniz y decide acabar primero con la actual y luego irse a la del vecino.
Así las cosas, parece que el problema no para y pone en riesgo los palmerales españoles (¡tiembla Elche!). Como el cutrerío nacional tiene más difícil arreglo, sólo nos queda esperar que el picudo rojo sucumba de éxito antes de infectar a nuestra última palmera. Por desgracia nuestras costas y nuestros campos no han tenido esa suerte con la plaga del ladrillo.
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