Hace un tiempo, comprando en una librería por internet, me pasó algo curioso. Buscaba libros del economista Clive Hamilton, así que lógicamente escribí “Hamilton”. Los resultados fueron muchos, y me fijé que había un autor de nombre Hugo que había escrito obras como “El proceso”, “El castillo”, “La metamorfosis”… Haciendo varias pruebas descubrí que era un lamentable error de la base de datos de la librería, que asignaba a Hugo Hamilton las obras de Franz Kafka, ya que aquel escritor irlandés nunca escribió nada con el título de una obra del escritor checo.
Quise conocer algo más de él. Su padre era un fanático nacionalista que le prohibía hablar inglés; en su presencia sólo se hablaba gaélico y alemán. Su madre, que era de esta última nacionalidad, parece que tenía ideas parejas a su marido, y le hacía llevar al pobre chico pantalones tradicionales alemanes –hosers- en plena Irlanda. Me imagino que debió ser una infancia dura. Pero el joven Hugo venció los impedimentos y se convirtió contra todo pronóstico en un importante escritor irlandés… en inglés.
Esta pequeña anécdota viene sólo al caso como ejemplo de que la casualidad no siempre hace que la tostada caiga por el lado de la mantequilla, sino que a veces un error informático te puede hacer descubrir una historia oculta e interesante.
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