Un día de invierno te da frío y te pones el jersey de cuello vuelto. Pinchas en “Leer el siguiente blog” y te encuentras con una mujer que declara que actualiza su blog para mantener informados a los amigos de su marido, enfermo de cáncer, de la evolución de su enfermedad. Las páginas son de color pastel, llenas de fotos de mantas patchwork y cuadros hechos de encajes. Ésta es la visión de la muerte: un tejido de raso rosa que nunca se consume ni avejenta, como las flores de plástico del cementerio.
Siempre he vivido la vida que correspondía a diez años más allá, por lo que es normal que ahora me asalte el helor de los cincuenta. Un día un dolor en el costado, dos semanas más tarde las palabras de un médico, y ahí empieza el fin de una vida. Pero el mundo seguirá rodando y nadie se acordará de la muerte hasta que te pille el cuerpo frío y la casualidad te lleve a un blog que no querrías haber leído.
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