Siempre gusta encontrar que somos únicos, pero también nos consuela comprobar que no somos tan raros como nos temíamos. Leyendo ‘Tristram Shandy’ de Lawrence Sterne vi una supuesta cita de Aristóteles que dice que “cuando un hombre piensa en algo pasado, mira a la tierra; pero que cuando piensa en algo por venir, mira al cielo”. El hecho es que hace tiempo tenía intención de escribir un artículo sobre lo que yo consideraba algo único, pero parece que al menos Aristóteles lo tenía ya por norma (el que este gran filósofo lo descubriera antes que yo no me supone un gran consuelo para mi vanidad).
Cuando por la noche me acuesto en la cama puedo escoger tres posturas. Si me pongo de lado lo trataré otro día, pero si me pongo hacia arriba o hacia abajo se cumple el comentario del Estagirita. Si miro al techo (es un decir, porque tengo los ojos cerrados) pienso en las cosas que haré, en los planes triunfantes que llevaré a cabo, en lo que me deparará el futuro. Sin embargo, si me tumbo boca abajo sólo consigo recordar lo que he hecho ese día, los problemas que me han asaltado, las miradas que he querido esquivar.
Ya lo he dicho, pero lo repito: pensaba que era más original. Aunque bien pensado no tiene nada de raro, por eso el Paraíso está en el cielo y en el futuro y el Infierno bajo tierra con pantalones de campana. Piénsenlo un momento y luego díganme si Aristóteles también tenía razón en su caso; o dicho de otra forma: ¿es usted tan raro que no ha sido aún descrito?
No hay comentarios:
Publicar un comentario