La felicidad es esto: una tarde de verano calurosa, la somnolencia del alcohol, un ventilador oscilante, las chicharras atronando al sol, y un vecino virtuoso que practica el violín. Estoy (estaba) en la cama tumbado con uno de mis hijos, dormido pero despierto; le miraba un lunar o cómo su pelo dorado se inclinaba como la tormenta inclina la mies.
«A lo lejos alguien canta, a lo lejos.»
No hay televisión, no hay premura para hacer la comida o salir: afuera un aire de horno inunda de pereza consciente cualquier intento de cambio, todo pesa demasiado. Algo me obligará, pero ahora es todo perfecto.
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