Anoche vi la intervención de Zapatero en televisión medio oculto por las sábanas de la cama. Para estas cosas soy muy vergonzoso, para ver cómo alguien no lo sabe hacer pero persevera en su idea pese a las circunstancias desfavorables. Zapatero no es un buen orador, no sabe trasmitir entusiasmo ni eficacia (sí, acaso, honestidad), pero tenía la obligación de ir y fue, aunque salió con más pena que gloria. Quería contentar a todo el mundo, dar esperanza, estimular, pero consiguió aburrir, repetir lo sabido y hacer que los españoles cifremos en el paso del tiempo la solución a la crisis.
De los políticos que han pasado por el programa me gustaron especialmente dos, Carod-Rovira y Duran i Lleida, porque fueron a exponer sus ideas y no dudaron en enfrentarlas a las del público cuando no coincidían. Uno puede estar de acuerdo o en discrepancia con ellos, pero les tiene que reconocer valor e ideas claras. No así el Presidente, al menos ante el público.
Una persona le instó a no exportar armas, ¿mandaría él al paro a las personas que trabajan en esas fábricas? Yo no. Otro le reprochó que ganara 80.000 euros, ¿debería cobrar lo que un administrativo el Presidente del Gobierno de España? Uno le dijo que por qué no utilizaban coches oficiales fabricados en España, ¿hay alguna empresa que fabrique coches de representación en nuestro país? (igual es por algo). Otros, en fin, le dijeron al Presidente que les diera trabajo porque lo habían perdido con la crisis. El Presidente no está para darles a ellos trabajo ni para dárselo a nadie, sino para promover las medidas que faciliten que haya trabajo para la mayoría de las personas. Si estos señores quieren vivir del Estado, que se preparen y aprueben unas oposiciones, y si no les apetece, que se busquen la vida por ellos mismos, que son adultos y en pleno uso (se supone) de sus facultades. Si fracasan, ya vendrá el Estado en su auxilio para que no pasen hambre ni enfermedad (y otras cosas), que ése sí puede ser el papel del Estado. Con todos ellos, sin embargo, Zapatero contemporizó, y los dejó a todos insatisfechos. Y a mí medio oculto por las sábanas de la cama.
Lo de usted y yo es realmente un caso notable. Estaba pensando en colgar en el blog un pequeño post intitulado: "Tengo una pregunta para mí" El contenido iba a ser este: "¿Por qué prefiero ponerme al día en los diversos blogs que sigo a ver "tengo una pregunta para usted" con total independencia de quién sea el invitado? Respuesta: por la vacuidad." Como estaba dudando, he aprovechado para eso, ponerme al día en el tuyo y ¡sorpresa! No sé si pensar en la telepatía o en que, en el fondo, somos todos bastantes previsibles.
ResponderEliminarMuy buen artículo. Yo he decidido cambiar de tercio y además dejarlo para otro día.
Micro.
Llevas toda la razón, este tipo de entrevistas se han convertido en un espectáculo para lucimiento exclusivo de los políticos que se salen por la tangente en cada una de las preguntas y acaban respondiendo lo que tienen empollado por el asesor de turno, felicidades por el post, un saludo
ResponderEliminarPara J.Ros: totalmente de acuerdo. Creo que es un 'efecto colateral' de la falta de confianza en sí mismo dentro del circo en lo que se convierte hoy cualquier cosa. Pero es lo que tiene la inflación de los sentidos.
ResponderEliminarPara Micro (Anónimo): espero que no seamos demasiado previsibles (sería triste). Respecto a la coincidencia: ¡vivan las ondas alfa! Gracias.
ResponderEliminarBueno y lo alucinante es cuando contestó que las armas españolas no matarían a los palestinos. Ha dado con la tecla, todo es querer darle la razón a todos... a costa de su credibilidad. Justo cuando más la necesitaríamos.
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