¿No es el dinero (la moneda, el billete) el peor sitio para poner una declaración como ésta? No sé de nadie que haya caído antes en este detalle (y no pienso investigar).
Pues es un buen sitio para ponerlo porque las monedas de cuarto de dólar son una declaración de intenciones (aunque quizá no muy éticas). En el anverso figura el perfil de uno de los padres fundadores (Washington), lo que entronca con la tradición y la historia. Sobre su pelucón de época aparece la palabra ‘Liberty’ como la luz para todo el orbe (“¡Venid: ésta es la tierra de la Libertad!”). Debajo de la barbilla del perfil, la frase de ‘Confiamos en Dios’, que aún no pega pero avisa. Y en el anverso, el águila imperial, el nombre del país emisor y su valor facial, y otro lema: ‘E pluribus unum’ (‘de muchos, uno’, la unidad de las originales trece colonias o la unidad de la diversidad nacional).
Si comparamos los cuartos de dólar con el euro, acabamos pronto. El euro hace la concesión de ninguna palabra ni ningún personaje que pueda ofender a nadie, emocionar algo (tenemos historia): en el anverso un mapita chiquitito y el valor facial, y en el reverso un motivo nacional igual de aséptico (un señor con papada). Y no hablemos de las inglesas, aún más calladas. Los americanos saben lo que se hacen y les ha sonreído la fortuna.
En los últimos años, sin embargo, han contemporizado y cambiaron el águila imperial por un motivo de cada estado. Ningún imperio es eterno, como se puede ver.
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