jueves, 13 de octubre de 2022

> Pérez-Reverte

 He visto bastantes entrevistas a Pérez-Reverte como para saber que siento atracción por él, aunque no sé exactamente por qué debido a la abundancia de demasiados peros. Es carismático, contundente y de la vieja escuela, y además tiene una vida asendereada, es escritor y añora el pasado, navega. Sin embargo su carisma le hace ser a veces innecesariamente cruel (como con lo de que de casa hay que venir ya llorado) o práctico (como cuando invitó a unas cervezas a un torturador que tenía a su víctima en el sótano de al lado).

 Desde mi cándida y cómoda perspectiva, invitar a unas cervezas a un tipo así es reconocer por encima de todo y de todos la relatividad de las cosas, y eso no lo comparto porque soy un blandengue. Antes que periodista, uno es persona, y no debería (sí: no debería) invitar a cervezas conscientemente a un tipo así; y si lo hace, no debería (sí: no debería) proclamar que le cede el paso a los ancianos o siempre dice 'buenos días’ y pide las cosas 'por favor’. Uno es persona, repito, a tiempo completo, y periodista a ratos.

 

No debería, claro, salvo que uno anteponga, en el mejor de los casos, la realidad a la ficción, el beneficio a la ilusión.


Pero qué sé yo.

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