martes, 15 de septiembre de 2015

> Soy un suertudo

Como soy pesimista tiendo a pensar que la mala suerte inunda mi vida, pero a poco que piense me doy cuenta de lo contrario.

Cuando era un bebé estaba todo el día enfermo, y mis padres se hicieron el cuerpo a que moriría, y ya me ven. No tenía hora de volver a casa (por eso nunca regresé más allá de las nueve), y nunca me pegaron ni pegué a nadie. Me eximieron de la mili cuando era obligatoria. No he vivido una guerra, ni he pasado hambre ni dormido al raso salvo en estrelladas noches de verano. En tiempos tuve amigos, y estudié la carrera que quise; rechacé un trabajo de funerario y al día siguiente me contrataron en una multinacional con un trabajo interesante y exigente que me permitió además ver mundo. He estado en cuatro continentes, y no en viaje de negocios.

Tengo una pareja maravillosa, y unos hijos irresistibles. No necesito trabajar mucho, y soy mi propio jefe. Vivo en el campo y los vecinos me saludan cuando paso con el coche. No soy creyente, tengo buen humor y gozo de una envidiable mala salud que me matará cualquier día mientras duermo.

Por supuesto que también hay sombras, que callo, pero que ni de lejos empañan lo que me ha tocado en la vida. Pero más vale seguir siendo pesimista, porque ya Herodoto nos mostró lo fatal que resulta vender la piel del oso antes de que (uno) esté muerto. ¿Y usted?

2 comentarios:

  1. Así no tiene mérito ser pesimista, es que no hay otra... en su posición tiene poco a mejorar y todo puede empeorar.

    Vaya, ahora entiendo mi optimismo...

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  2. ¡Por fin lo atraje con carnaza al lado oscuro de la fuerza!

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