Debido a un problema vecinal, varios decidimos asistir al pleno del Ayuntamiento de Almogía para exponer nuestras demandas. Almogía es un pequeño municipio, aislado entre montañas de la provincia de Málaga, de unos cinco mil habitantes. Aparte del hecho en sí que motivó la asistencia al pleno, lo que vimos me pareció triste y representativo de lo que seguro ocurre en otros muchos municipios españoles, grandes y pequeños.
En Almogía los plenos se convocan para el último jueves en meses alternos. Cuatro días antes se cierra el orden del día junto con un turno abierto final de ruegos y preguntas. Como establece la ley, los plenos son públicos, por lo que puede asistir cualquiera, y el de finales de mayo duró unas dos horas y media. En este caso había 13 puntos en el orden del día que se aprobaron por unanimidad por los concejales del PSOE (8 representantes), IU (2) y PP (1). El Secretario del Ayuntamiento procede a leer cada uno de los puntos, y los concejales preguntan o comentan cada cosa referida a ese punto que creen conveniente, y después se vota. En todos los casos el Presidente del pleno, que es el Alcalde, preguntaba si alguien votaba en contra, y como nunca se oponía nadie, se asumía que todos estaban a favor.
Lo que me pareció triste es que pese a ser tres los partidos representados en el Ayuntamiento, todos los puntos se votaran a favor por unanimidad sin cuestionar nada. También me pareció triste que salvo nosotros que fuimos por un problema concreto (la falta de agua y la dejadez del Ayuntamiento en ponerle remedio) no hubiera ningún otro vecino del municipio, salvo un señor mayor y sordo que entró un rato a sentarse.
A los concejales se les veía ansiosos por acabar y regresar pronto a sus casas. Alguno se aventuraba a largas disquisiciones que no conducían a nada, salvo al reproche de los concejales impacientes, pese a que varios de ellos son familia directa (de ahí quizá la avenencia en todo).
El Teniente de Alcalde parecía tener calor (y eso que era por la noche), porque llevaba tres botones de la camisa desabrochados y no hizo otra cosa que dibujos aburridos en un papel (ya saben: florecitas, poliedros, flechas), retreparse en su sillón cada cinco minutos y remangarse incómodo cada diez minutos. Tampoco dijo nada en todo el plano salvo una gracieta de que ahora tenía él el mando cuando el Alcalde salió un momento al baño.
El Alcalde lleva veinticinco años en el cargo, y es la voz indiscutida en el pueblo. Además de este cargo, es presidente de la empresa de aguas de la zona, diputado provincial, etc. Pertenece al PSOE, pero viendo delante de mí en el pleno la falta de participación, la desgana y el intercambio de politonos entre dos concejales me preguntaba qué ideología se les puede suponer, si es que tienen alguna, porque desde luego no les hace falta ninguna para ejercer su cargo. Abona esta duda el que el Teniente de Alcalde se refiriera a una vecina como “la sindicalista” porque reclamara al municipio que hubiera agua en su barriada.
Pero lo peor de todo es que, acostumbrados a mirarse su propio ombligo, ni tan siquiera se plantearon fingir interés ni comportarse delante de los vecinos que esa tarde acudimos al Ayuntamiento.
Y se reúnen una tarde cada dos meses.
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