Ayer por la tarde, cuando ya parecía que el día no iba a deparar más novedades y concluiría con una plácida cena y una sobremesa ordenada, llamaron al timbre. Me asomé al camino y vi a cuatro jóvenes como de veinte años. Ninguno parecía estar en condiciones de iniciar una conversación deliberativa, excepto una de las mujeres. Me explicó, ay, que eran los nietos de los antiguos propietarios de la casa. Sus abuelos habían fallecido unos años atrás y en un ataque de nostalgia querían volver a ver la casa en la que habían pasado tan buenos ratos cuando ellos eran unos críos.
Por supuesto les invité a pasar. Sólo una hablaba, los otros asentían y emitían sonidos guturales de afirmación. No podía mirar a ninguno sin ver gramos de piercings y gomina, lo que me pone muy nervioso. Hicieron fotos con sus móviles, y recordaron con monosílabos.
Parecían tan de este planeta que alguno podría haber dicho eso (si hablaran) de: "he visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión....". Cuando se fueron miré en derredor a la calle: el androide quizá fuera yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario