Aunque de principio parece incomprensible, al poco le encuentras todo su sentido.
¿Quién querría estar interesado en un sistema de mensajería que constriñe tu expresión a 140 caracteres? Pues casi todo el mundo: los que no tienen nada que decir, porque tienen la excusa perfecta; los que tienen algo que decir y quieren decirlo, porque igual no les merece la pena invertir más en la expresión. Es muy cansado eso de tener ideas largas y desarrollarlas. Lo largo, lo complejo (léase el esfuerzo) se lleva mal con estos tiempos.
Además, compartir espacio en igualdad los que saben y los que no, tiene un atractivo al que no se puede sustraer ningún ego, si uno no considera que en el mundo Twitter las opciones son seguir a alguien o ser seguido por alguien (pero esto es lo de menos).
¡Ay, ese Twitter que une a David Bisbal con Reverte, a Ana Pastor con lavadoras Whirlpool!
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